Hace ya unos días que no escribo. He estado muy liada con el
trabajo y el fin de semana me fui de viaje a visitar un par de ciudades del
sur: Tanjore y Trichy.
Como hoy me toca ir al trabajo en rickshaw he empezado a
escribir el post en el mismo rickshaw, a
ver si así se me hace el camino un poco más corto, que con el tráfico de estas
horas voy a tardar más de una hora en llegar. Solo espero que en un badén no se
me vaya el portátil volando.
La otra semana en una fiesta me comentaron que querían
organizar un fin de semana turístico por alguna ciudad. A mediados de semana me
confirmaron que si que se haría y si quería ir, y me dije: ¿Por qué no?. Así que me fui con 3 franceses que había
visto solo un par de veces. Salimos el viernes por la noche en un autobús
nocturno. Pero antes fuimos a McDonalds a cenar y probé una hamburguesa de
huevo: McEgg. Supongo que es la alternativa para vegetarianos en McDonalds,
aunque por 25 rupias no está mal.
Hay dos tipos de autobuses nocturnos los
“seater” y los “sleeper”. El de ida era “seater”, es decir, que vas sentado
pero hay mucho espacio entre asientos y lo puedes reclinar mucho, incluso
puedes levantar los pies. Después de 7h de autobús llegamos a Trichy el sábado por
la mañana. Queríamos ir a Tanjore el primer día pero ante teníamos que reponer
fuerzas. Fuimos a un restaurante muy raro y pedimos un desayuno continental. La
tortilla no estaba mal pero tenía tropezones de chili, cuando pillé el primero
decidí separar todas las partes que parecían tener algo verde dentro. La
mantequilla no tenía color de mantequilla, así que decidí no tocarla. Las
tostadas con mermelada eran lo único que consideré como desayuno continental.
Después decidimos ir a visitar primero Tanjore y cogimos un
autobús hacia allí. Creo que no lo he pasado peor en mi vida. Hacía un calor
insoportable, iba cargada con la mochila, había más gente de la que cabía en el
autobús y tenía un sueño que no lo soportaba. Después de dos horas de
sufrimiento llegamos a Tanjore y buscamos alojamiento. Definitivamente el hotel
era muy cutre. Era muy barato, pero si querías baño en la habitación costaba el
doble, y si querías aire acondicionado valía otra vez el doble. Así que finalmente
pagamos 1000 rupias por cada habitación, pudiendo pagar 280 (diferencia entre
15€ y 4€). Total, el aire acondicionado hacía que la habitación pareciera
húmeda todo el rato y no había agua caliente. Y compartíamos ducha con un
sinfín de hormigas y otras especies con muchas patas.
Visitamos un templo muy curioso. Era un espacio muy grande
con varios edificios. Pagamos a un guía para que nos explicara un poco todo y
saber para que era cada cosa. Para entrar en el recinto del templo te tienes
que quitar los zapatos, pero no por el hecho de ir descalzo, sino porque los
zapatos son un objeto que no puede entrar a un lugar sagrado. Es decir, no vale
con descalzarse y llevar los zapatos en la mano, ni si quiera en la mochila,
los tienes que dejar fuera si o si. No
os podéis imaginar como quemaba el suelo, tres días después aún me duele la
planta del pie.
Había un elefante que luego, por la noche, lo ornamentaron y
por una moneda te tocaba la cabeza. La idea me daba un poco de reparo, pero
pensé que podría ser que nunca más en la vida tenga la oportunidad de que un
elefante me toque la cabeza, y menos por solo dos rupias! Así que le di una
moneda al domador y acto seguido el elefante levantó la trompa y la posó en mi
cabeza. Una sensación extraña, entre humedad y el aire de la respiración.
Por la tarde visitamos supuestamente un palacio. Compramos
unas entradas y visitamos dos edificios medio vacíos, cutres y oscuros. Tienen
una idea rara del turismo y de los atractivos turísticos.
En estas pequeñas ciudades no están nada acostumbrados a ver
a gente blanca y éramos como una atracción para ellos. Nos miraban y nos
señalaban por la calle. Los niños nos saludaban con la mano de lejos y nos
pedían que les hiciéramos fotos. Un cocinero de un restaurante se quiso hacer
fotos con nosotros después de comer. Los chicos les pedían a los chicos blancos
si se podían hacer fotos con las chicas blancas.
Los compañeros querían comprar algunas cervezas para la
noche. Encontrar alguna tienda que venda alcohol es complicado, pero cuando la
encontramos no vendían cerveza. Luego en otra solo tenían una marca y no era
buena. Para encontrar cervezas tuvimos que ir al “mercado negro” en una tienda
clandestina. Como hay religiones que no pueden beber alcohol hay algunas
tiendas clandestinas escondidas. Solo fueron los chicos, porque las chicas no
pueden entrar a estos sitios. Mientras esperamos con todas sus pertenencias,
que dejaron fuera por seguridad. Y efectivamente, allí encontraron toda la
cerveza que quisieron y que no fuimos capaces de comprar en ninguna tienda.
Tanjore es una ciudad pintoresca y llena de vida en las calles.
Aprovechando comimos algo de lo que nos ofrecian las calles. Una fruta rara pero muy buena y coco. El coco no me gustó mucho, es como agua sucia medio caliente.
Al día siguiente cogimos el tren para ir otra vez a Trichy.
Mi primer tren en India. Las puertas siempre están abiertas, la gente sube y
baja del tren cuando está en movimiento. En las paradas hay vendedores
ambulantes que pasa la comida a través de los barrotes de las ventanas que
también siempre están abiertas. Es muy curioso, parece que estén alimentando a
gente dentro de una cárcel. Dentro del tren hay asientos y en la parte de
arriba como un sitio para dejar equipaje, donde había gente durmiendo o sentada
como si fuera lo más normal del mundo. No nos pudimos sentar, pero tampoco era
del todo incomodo ir de pie. Otra vez todo el mundo nos miraba y hasta pudimos
hablar con gente que nos explicaba cosas sobre los sitios que visitamos. No fue
una mala experiencia, y prefiero el tren al autobús.
En Trichy visitamos dos templos más. Uno del estilo del
primero pero las decoraciones eran coloristas y el otro en una montaña. Subimos
más de 400 escalones irregulares y descalzos. Una vez arriba había unas vistas
impresionantes de toda la ciudad, lástima que era de noche y seguro que había
cosas que no pudimos apreciar.
Para volver a Bangalore cogimos un autobús “sleeper”, con
literas. En un lado del autobús hay literas individuales y en otro dobles. El
tema es que si se acaban las individuales compras una plaza de las doble y te
toca compartir una cama, no muy grande con un/a
desconocido. Estuvimos un rato jugando a cartas en la litera de abajo.
Un mareo impresionante intentar jugar a cartas en una cama que no para de
moverse y de vez en cuando botas porque hay un badén. Si podéis escoger, no cojáis
las literas del fondo del bus ni las de arriba, los botes que das mientras
duermes son importantes. No pude dormir más de dos horas en toda la noche.
Además llegamos muy tarde a Bangalore, me duché y a trabajar 10 horas. Todavía
no he recuperado el sueño del fin de semana, pero no me arrepiento para nada de
haber viajado y conocido otra cara del país.